Ha llegado el verano, que en los últimos cuatro años ha sido la estación favorita en Microsoft para acometer una reorganización. A 16 meses de sentarse en el despacho de CEO, Satya Nadella ya ha hecho dos (la de julio de 2014 con un recorte masivo de plantilla). Se ha destacado en exceso la retirada de Stephen Elop tras su periplo de ida y vuelta entre Microsoft y Nokia, pero lo más relevante no son las salidas del organigrama sino que la compañía se reestructura en tres grupos de ingeniería, con los que Nadella sigue articulando en la práctica sus consignas binarias: la devices and services company que recibió de Steve Ballmer, se transmuta en un productivity and platforms company.
El nominalismo raramente es caprichoso. Cada compañía tiene su propio metalenguaje, y Microsoft como la que más. Si ya resulta difícil mantener una conversación con alguno de sus empleados sin que pronuncie un par de veces el comodín cloud first / mobile first, es muy fácil imaginar que el binomio acuñado por Nadella será incorporado de inmediato a los hábitos corporativos.
¿Por qué es relevante algo tan trivial en apariencia como pasar de cuatro a tres grupos orgánicos? Lo explica así Nadella en su memorando a los 118.000 empleados de Microsoft: «agrupar todas las capacidades de ingeniería requeridas para impulsar la innovación capaz de propulsar el ecosistema Windows». La mención de Windows en esta frase es clave, porque sintetiza lo que muchos venían sospechando, que al hardware se le adjudica un papel de soporte para la recuperación de las raíces como compañía de software que migra progresivamente hacia los servicios.
Los cuatro grupos pasan a ser tres por la fusión de dos en uno: OSG (Operating Systems Group) y MDG (Microsoft Devices Group) adoptan el nombre de Windows and Devices Group (WDG) a las órdenes de la figura ascendente dentro de la compañía, Terry Myerson. La fusión confiere a Myerson un poder casi ilimitado sobre la mayoría de las marcas por las que es conocida Microsoft, desde Windows y Explorer (y su sucesor, Microsoft Edge) hasta todos los dispositivos que han estado bajo la vara de Elop.
Myerson (42) es un portavoz frecuente y eficaz – causa buena impresión en el público su modo de hablar sin rodeos – la última vez en la reciente conferencia Build, y en el nuevo esquema aparece como el ganador de la reestructuración. En 1997 llegó a Microsoft al venderle su startup de análisis de tráfico web, pero – a diferencia de otros en su misma circunstancia – optó por quedarse a hacer carrera.
Ha dirigido sucesivamente varios equipos, pero su estrella empezó a subir cuando, tras hacerse cargo de Windows Phone, planteó empezar de cero como única manera de competir con el iPhone y los Android. Por lo visto, no tuvo gran éxito en el mercado, pero cuando Ballmer ordenó consolidar las unidades de Windows para desktop y móviles, puso a Myerson al frente del nuevo Operating Systems Group. Con el tiempo, se ha visto como un error – que Ballmer no llegó a enmendar del todo – el tener un equipo trabajando en el hardware y otro en el software, cuando para ambos la referencia no era otra que la saga de Windows.
En cierto modo, es una reminiscencia de la organización que Ballmer montó a mediados del 2012 para acompasar el lanzamiento de Surface, luego absorbido por la órbita de Elop. Pero el analista Rob Helm, de Directions on Microsoft, cree ver algo más que un movimiento de fichas: «refleja la convicción de que el negocio de hardware de Microsoft tiene que ser el primer y más fiel cliente de Windows, y como tal ha de ser tratado».
A Myerson no le ha costado sintonizar con la estrategia diseñada por Nadella. En la conferencia Build de este año, le tocó reiterar la visión de Windows 10 como «la plataforma de desarrollo más atractiva» no solamente para los dispositivos afines a Microsoft sino también para los desarrolladores que trabajan con iOS y Android.
Los otros dos grupos del organigrama siguen igual pero con refuerzos. A cargo de Scott Guthrie estará Cloud and Entrerprise (C+E) que recibe la adición de los equipos de desarrollo de Dynamics. Otro vicepresidente, Qi Lu, seguirá al frente del Applications and Services Group (ASG) con la misión de «reinventar los servicios de productividad para el trabajo en la era digital» y acoge en su seno al equipo dedicado a desarrollos en la rama de educación, que se dice ganará relieve en esta nueva órbita.
¿Es este el verdadero comienzo de la era de Satya Nadella? Varios de los lugartenientes de Steve Ballmer se han marchado, pero alguno ha regresado, como Kurt del Bene, que será VP de estrategia corporativa y planificación. Otro analista, Pat Moorehead, ve en estos cambios «más continuidad de la que muestran las palabras». Recuerda que en 2013, también en verano y poco antes de anunciar su retirada, Steve Ballmer proclamó a los cuatro vientos el eslogan ´One Microsoft`. Escribe Pat que «una reorganización nunca se completa verdaderamente; en este sector, las compañías viven en permanente estado de reorganización».
En la metamorfosis que va de Ballmer a Nadella subyace la idea matriz de que Microsoft tiene que abandonar gradualmente su modelo tradicional de software bajo licencia – a los consumidores y a los OEM – por otro en el que prevalecerán los servicios en la nube. Históricamente: en el año fiscal 2004, el 82% de los ingresos totales de Microsoft provenían de licenciar Windows, Windows Server y Office. Diez años después, ha bajado al 70%: debido a la bajada del precio medio de las licencias y a la aceptación que está recibiendo su estrategia cloud, que ha sido la mejor credencial de Nadella.
Pronto se conocerán los resultados del ejercicio 2015; si la tendencia se mantiene, los ingresos van a aumentar y, lo más importante, menos del 60% será generado por el modelo tradicional.
[informe de Mario Kotler, desde San Francisco]